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Sobre el lenguaje inclusivo

Actualizado: 13 mar





Sobre lenguaje inclusivo


En los últimos años una nueva tendencia del lenguaje ha dominado por completo diversos debates y controversias en redes sociales: el uso de lenguaje inclusivo. Esta propuesta llega de parte de diversas minorías con el afán de tener más representación en el habla del día a día. Se enfoca específicamente en el área de los pronombres (él/ella/elles) y en las palabras del español que especifican género, como adjetivos (bonita/bonito/bonitx) y los artículos (la/el/le).


Como con cualquier cambio cultural, el uso de lenguaje inclusivo ha tenido mucha resistencia no sólo de aficionados de la gramática, sino de todo tipo de personas de distintos ámbitos que abogan por la defensa de la ‘lengua propia’ y argumentan que el uso de lenguaje inclusivo significa un retroceso social.


Sin embargo, desde un punto de vista lingüístico, el lenguaje no es tanto una herramienta como un lente: las palabras que contiene nuestro lenguaje dan forma a lo que percibimos en el mundo. En un encuentro con lo completamente desconocido, nuevo, desfamiliarizante, lo primero que se hace es compararlo con elementos lingüísticos que nos ayuden a entenderlo, ¿de qué color es? ¿de qué tamaño? Nombrar, relacionar los elementos individuales con características que reconocemos y nos remiten a nuestra realidad es lo que, poco a poco, reduce el miedo a lo desconocido. Sólo sabemos percibir lo que podemos nombrar.


En este sentido el lenguaje no es mera cuestión de reglas gramáticas que seguimos ciegamente y no tienen ningún peso social o político, sino todo lo contrario: la manera en la que nos expresamos con respecto al mundo afecta directamente las relaciones que creamos, especialmente cuando se trata de personas que señalamos como diferentes a nosotros. Un ejemplo de esto son los llamados slurs en inglés, o calumnias que atacan a un grupo específico de personas, y que fueron creados para denigrar con base en sus características. Nombrar un objeto es relacionarlo con nosotres mismes y el mundo social desde el que partimos.


De nuevo: el lenguaje nos hace y deshace, somos sólo cuanto podemos representar por medio de este.


Entonces, ¿quién hace al lenguaje?


Spoiler: la RAE no. Tampoco el gobierno, la nación, el territorio geográfico, los diccionarios, los manuales de gramática y de estilo, las clases de español, los instructivos de redacción, los libros de retórica y sintaxis o el autocorrector de ortografía. El discurso racionalista de diversas instituciones y organismos que ‘velan por el conocimiento colectivo’ nos hacen pensar, engañosamente, que el saber se crea por un grupo específico de personas y no por la comunidad. Con el triunfo de la visión científica del mundo sobre lo colectivo y lo emocional, dejamos que organismos cuyo único objetivo es registrar el conocimiento que se crea en la comunidad, como es el caso de la RAE, terminen regulando y sancionando usos correctos e incorrectos del lenguaje en comunidades donde no interactúan de ninguna manera. De esta manera dejan de cumplir el objetivo principal de la lingüística, que es estudiar la lengua viva en el contexto cotidiano del habla. En otras palabras, la RAE no se debe preocupar de si algo está bien o mal dicho, sino de registrar los cambios lingüísticos que ocurren en una comunidad, investigar sus causas y estudiar dichos cambios con el fin de conocer la lengua a fondo.


El lenguaje no salió de ningún libro ni de la boca de un hombre sentado en un podio con traje y un micrófono. En cuanto a su función comunicativa, ha existido siempre, ya sea por gestos, gritos, llanto, cuerpo. Después, por medio de conexiones y voz que luego se convirtieron en registros escritos. Fue y siempre ha sido un proceso que se da entre las personas que lo practican y que llegan a un pacto común en cuanto a las relaciones que se crean.


El lenguaje como la energía: no se crea ni se destruye, sólo se transforma.


Tampoco debemos de ignorar que las regulaciones de la RAE no están exentas de prejuicios, ni mucho menos de propósitos políticos. Elvira de Arnoux propone el concepto de la glotopolítica, o “las intervenciones en el espacio del lenguaje, entendidas estas en un sentido amplio ya que pueden ser planificadas, explícitas, voluntarias, generadas por agentes – colectivos o individuales – que podemos identificar, o producidas ‘espontáneamente’ sin mediadores claramente identificables” (Arnoux 18). También habla de ideologías lingüísticas, o “sistemas de representaciones acerca de objetos lingüísticos diversos que van, por ejemplo, del acento regional al modo de lectura privilegiado en la escuela o en la red. Esas representaciones con su fuerte dimensión valorativa son puestas en relación con los procesos en curso, las posiciones sociales o los posicionamientos dentro de un campo” (Arnoux 19).


¿Qué dicen estos dos conceptos (de manera resumida y coloquial?


a) el lenguaje puede ser intervenido de acuerdo a las intenciones de algún grupo en particular.

b) el lenguaje dentro de un contexto en específico trae consigo una dimensión que tiene que ver con aspectos sociales y que que modifican el uso específico del mismo.

c) el lenguaje es todo menos inocente


El lenguaje hace al pensamiento. Si un ente social, político, académico o cultural toma control del lenguaje están entrando en contacto vivo con la materia del pensamiento de todes quienes lo hablan. La regulación del lenguaje es la regulación de las formas de pensarnos y hacernos, limita nuestra manera de pensar y representa un control absoluto de nuestras formas de relacionarnos. Las intervenciones en el lenguaje dictan nuestras prácticas, nuestras costumbres y nuestros modos de existir. Involuntariamente, a través del lenguaje que nos enseñan, tenemos ya posicionamientos y prácticas específicas que nos posibilitan e imposibilitan. Y, claro está, concebimos y aceptamos también las estructuras de poder que más convengan.


El lenguaje ‘tradicional’ o ‘correcto’ no existe: lo que es tradicional o correcto hoy en día era completamente desconocido para el lenguaje de hace 100 años, o incluso suponía una ofensa total. Algunas de las palabras que utilizamos ahora han sufrido evoluciones de significado radicalmente diferentes causadas no por ningún organismo intelectual o político, sino por las personas que lo hablan. Asimismo, no podemos negar que nuestro lenguaje tiene marcas y pautas que conllevan a conductas con patrones de exclusión y discriminación. No hace falta más que ver términos derogativos que utilizamos en contextos normales, como las expresiones clasistas naco o corriente. Abogar por la “conservación del patrimonio del lenguaje” es abogar por una configuración de pensamiento que es directamente responsable por la invisibilización de minorías y la continuación de diversos discursos de odio.


Entender que el lenguaje configura la acción y no es un mero código de expresión oral es crucial para poder dimensionar el impacto que puede tener en la calidad de vida de los grupos que no existen dentro de sus márgenes. Los organismos e instituciones del lenguaje se originan desde un lugar de poder, normalmente un estado-nación, y responden directamente a las jerarquías de poder que dicho estado-nación necesita que sean solidificadas para mantenerse en el poder. De nuevo una cita de Arnoux:


“Disciplinar la lengua es también disciplinar la sociedad” (23)


El lenguaje inclusivo ya existe y se practica: ya se instaló dentro de la esfera de lo social. Se mueve ya no sólo en el contexto de lo cotidiano, sino que está entrando, poco a poco, en la esfera de lo académico y lo formal. Pero eso es lo de menos. Ya está siendo utilizado por persones reales en uso real, en conversaciones virtuales y a voz viva. Por lo tanto, ya forma parte del lenguaje, porque las personas que usan el lenguaje crean el lenguaje y son elles quienes pueden transformarlo. Claro está que una sola persona no puede crear una palabra y que instantáneamente forme parte del lenguaje, pero vemos ejemplos a diario de cómo nuestro vocabulario va expandiéndose conforme a las necesidades que tienen las personas, no las instituciones que se jactan de tener algún tipo de autoridad sobre este.


Entonces, cuando nos oponemos al lenguaje inclusivo usando de justificación los ‘medios oficiales’, ¿exactamente a quién estamos beneficiando? Evidentemente, estamos apoyando de manera directa a esos sistemas de poder que se benefician de regular el lenguaje, de imponerle binarismos y códigos de lo real. Mismos sistemas, por cierto, que no buscan de ninguna manera apoyarnos a nosotres ni van a responder por nosotres si necesitamos que hagan algún cambio. No buscan nuestros intereses ni se crearon por ellos: su función es configurar el código de lo real en beneficio de quienes mantienen el poder. El lenguaje está construido para activamente fomentar un pensamiento que no se derive de la norma expuesta por estos sistemas.


La propuesta del lenguaje inclusivo representa una salida de esos binarismos, y se origina desde y para les persones.


El uso del lenguaje inclusivo tiene varias áreas de impacto positivo profundo:

a) da agencia, representación y voz a las identidades que, o no figuran dentro de las categorías tradicionales del género, como les persones trans, no binaries, etc., o son representadas únicamente de manera simbólica, como es el caso de las mujeres, que aunque se reconocen como sujetos no forman parte de la representación lingüística tradicional cuando se habla de forma general.

b) contribuye de manera activa a reducir el pensamiento discriminatorio y excluyente que lleva a crímenes de odio y condiciones de violencia extrema para estas identidades en el país.

c) al romper con una ‘regla’ del lenguaje, posibilita que le persone que habla tome consciencia de su mismo lenguaje, comprenda mejor qué le forma/le conforma

d) se abre nuestro mundo

e) lleva a la normalización, lo cual incita a otros usuarios a hacer ese cambio, y con acción colectiva reapropiarse del poder del lenguaje.


“Con el lenguaje habitamos el mundo e interactuamos con l(e)s otr(e)s*, pero también es con el lenguaje que construimos el mundo entendido como entramado de significaciones comunes y pre-reflexivamente comprensibles” (Carreño 240)


El lenguaje inclusivo actúa no sólo en un nivel social, incorporando identidades divergentes de la norma a los sistemas burocráticos-legales que necesitan reconocerlas y otorgarles garantías y oportunidades por igual, sino que, en la dimensión individual, permite reestructurar la manera en la que nos pensamos en el mundo.


De nuevo: las instituciones no hacen el lenguaje. Pueden ayudar a incorporar en algunas fuentes que el público reconoce como ‘oficiales’ los cambios que ya se dan o están dando dentro del lenguaje, pero al final del día su función es esa: obedecer al cambio social. Cuando se rehúsan a cumplir esta función hace falta ver más allá, es decir, a los propósitos políticos que esto puede tener, y preguntarnos a nosotres mismes si estamos dispuestes a corresponder a esa agenda. Pero siempre ha habido cambios en el lenguaje, y este cambio en particular, con toda la importancia que conlleva, no será la excepción.


Como conclusión: evidentemente, nadie puede forzar a todes les hablantes de un lenguaje a hacer un cambio. No se pretende ‘imponer’ nada. Pensemos, al contrario, en aperturas. En la invitación que se hace no sólo a cambiar una o dos letras de vez en cuando, sino a realmente reflexionar y pensarnos como seres frente al leguaje, y seres que se relacionan por lenguaje, y cómo abrirse ante las transformaciones que se dan en este de manera que estas relaciones se vean afectadas de manera positiva. No se trata de límites y censura, se trata de que nuestras palabras abarquen a todes cuantes quieran, todes cuantes existan dentro de ellas. Generar nuevos sentidos, generar nuevos sentires.


Por último, una pregunta: ¿hasta cuándo le vamos a seguir haciendo caso a los españoles?


*modificación en la cita es por intervención propia


obras citadas:


Arnoux, Elvira N. de. 2016. La perspectiva glotopolítica en el estudio de los instrumentos lingüísticos: aspectos teóri¬cos y metodológicos en Matraga, 38: 18-4.


Carreño, Sofía. “¿Por Qué Utilizar Lenguaje Inclusivo? Una Perspectiva Fenomenológica.” Nomadías, no. 29, Dec. 2020, pp. 237–255. EBSCOhost, search.ebscohost.com/login.aspx?direct=true&db=fua&AN=149062363&lang=es&site=ehost-live


Haslanger, Sally. "The Sex/Gender Distinction and the Social Construction of Reality." The Routledge Companion to Feminist Philosophy. Ed. Ann Garry, Serene J. Khader, and Alison Stone, Basingstoke: Taylor & Francis Ltd., 2017.


Niklison, Lu. “lo que la rae no nombra no existe: una mirada glotopolítica sobre las respuestas de la rae al lenguaje inclusivo/no sexista”. Cuadernos de la ALFAL (2020): n. pag.

https://www.academia.edu/43733558/LO_QUE_LA_RAE_NO_NOMBRA_NO_EXISTE_UNA_MIRADA_GLOTOPOL%C3%8DTICA_SOBRE_LAS_RESPUESTAS_DE_LA_RAE_AL_LENGUAJE_INCLUSIVO_NO_SEXISTA_THAT_WHICH_RAE_DOES_NOT_NAME_DOES_NOT_EXIST_A_GLOTOPOLITICAL_ANALYSIS_OF_RAES_RESPONSE_TO_INCLUSIVE_NON_SEXIST_LANGUAGE?bulkDownload=thisPaper-topRelated-sameAuthor-citingThis-citedByThis-secondOrderCitations&from=cover_page


Patev, Alison J., et al. “College Students’ Perceptions of Gender-Inclusive Language Use Predict Attitudes Toward Transgender and Gender Nonconforming Individuals.” Journal of Language and Social Psychology, vol. 38, no. 3, June 2019, pp. 329–352. EBSCOhost, search.ebscohost.com/login.aspx?direct=true&db=eoah&AN=49935102&lang=es&site=ehost-live.


Haslanger, Sally. "The Sex/Gender Distinction and the Social Construction of Reality." The Routledge Companion to Feminist Philosophy. Ed. Ann Garry, Serene J. Khader, and Alison Stone, Basingstoke: Taylor & Francis Ltd., 2017.




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