Rulfo y las transformaciones del paisaje temporal
Actualizado: 12 ago 2021

Dentro de las miles de razones por las cuales un lector se acerca a un libro, la de la identidad, si bien no es la más común, tampoco puede ser ignorada. A menudo buscamos la identidad en atribuciones de nacionalidad, de sentimentalismos o de meros paisajes. Juan Rulfo obedece a estos tres estatutos y a muchos más.
Nos encontramos ante la desnudez de la palabra inmiscuida en la memoria: Comala, lugar en que se desarrolla Pedro Páramo (la obra capital de Rulfo) no es una realidad sino en el recuerdo, pero este recuerdo existe tan sólo en una ficción inhabitable, proveniente del ideal estético del escritor.
Alguna vez escuché a Rulfo decir en una entrevista que los paisajes que él describía no existían (pues mucha gente empeñaba búsquedas absurdas en cotejar la verdad del libro con la verdad de los ojos). Pero a pesar de que el escritor muestra en su obra una imaginación enorme, aquí extraemos otra esencialidad fundamental en las letras de Rulfo: la memoria. Los recuerdos habitan en una especie de eternidad que surge de pronto en la movilidad aparente del tiempo. Así, Rulfo nos ofrece la eternidad del recuerdo enfrentándose a la espacialidad y la percepción de distintos ojos.
La repetición de ciertas frases, además, no sólo cumple con una función de remembranza, sino que cierra ciclos completos que engloban una idea. El eje fantasmal que abarca la obra de Rulfo no es fortuito: vemos el recuerdo difuminado en un espacio que se desborda constantemente mientras la realidad cambia. Afrontamos el presente inmediato (tan asediado) trasladando el porvenir y el pasado a un mismo espacio.
Todo ocurre al mismo tiempo, y es por esto que quizá los personajes afrontan la muerte con tal naturalidad: todo el tiempo está sucediendo la muerte, todo el tiempo es un instante en que converge el pasado, el futuro, y la presencia constante del presente.
También vemos en Rulfo un intento de embellecer recuerdos. Así Pedro Páramo, el hombre más robusto, poderoso y (viéndolo con ojos contemporáneos) macho, es capaz de traducir sus emociones amorosas en los más elocuentes poemas de amor. Pero esto tan sólo es posible en la memoria, en el recuerdo.
Desligarnos de esta percepción temporal sucesiva puede resultar en una sordera involuntaria. Acaso Rulfo se daba cuenta de esta eternidad volátil en la que todo convive al mismo tiempo. Quizá lo sucesivo de nuestros recuerdos y nuestros años nos sirva para mantener un orden y una cordura, pero habrá que pensar si esa eternidad del instante perdura fuera del libro o si es mera ficción de un deseo escondido.