Reseña: Conjunto Vacío, de Verónica Gerber
Tomás Lujambio

De: Gatopardo.com
“Hay cosas, estoy segura, que no se pueden contar con palabras”
Verónica Gerber
Es rara la ocasión en la que nos encontramos con obras ubicadas en esa línea mortal e indescifrable que divide la ciencia del arte; pienso, por lo pronto, en las ilustraciones botánicas de María Sibylla Merian, e inmediatamente después, en el texto de Verónica Gerber* publicado por la editorial Almadía: Conjunto vacío. Nótese que utilizo la palabra texto por falta a un término preciso que logre describir una obra que subvierte tanto la forma de pensar la escritura como la forma misma de escribirla. Es que, a momentos, lo que se lee parece ensayística, parece poesía, parece novela corta, o incluso un arte visual más perteneciente a los muros de un museo que a las páginas de un libro.
Conjunto vacío es un texto literario que reconoce la ineficiencia de las palabras: en él, el lenguaje – al igual que la protagonista del texto – está lleno de agujeros y vacíos que imposibilitan la posibilidad de explicarse el mundo con la precisión que prometen las matemáticas o la sensibilidad que se le adjudica a la literatura. Es decir, el vacío representativo que dejan las palabras – como, por ejemplo, silencio, ausencia, secreto o soledad – de pronto se rellena por medio de un apoyo conceptual que no tiene nada que ver con la literatura, pero que tiene todo que ver con eso que llamamos “contar”[1]: los diagramas de Venn.
A lo largo y ancho de este curioso texto, Verónica Gerber se dedica a generar un discurso visual construido a partir del diálogo entre el lenguaje literario y la matemática, entre la palabra y el diagrama. Es decir, el mundo de la protagonista solo se explica a través de la relación que entablan estas disciplinas al unificarlas y no al tomarlas por separadas: al aislarlas – las palabras y las matemáticas – no nos dicen nada nuevo, pero al unirlas subvierten su propia lógica y presentan nuevas formas de pensar el mundo. Así pues, todo lo que narra la protagonista necesita de un apoyo externo – de un símil paralelo – para poder explicárselo. Es decir, la protagonista solo es capaz de pensarse a partir de las relaciones que entablan conjuntos distintos de su vida: como, por ejemplo, la relación entre la imagen y la palabra, la relación entre Argentina y México, la relación entre el pasado y el presente, etc.
Ahora bien, el mundo singular que genera Gerber en Conjunto vacío se vislumbra como uno fracturado: en él, la protagonista intenta conciliar su pasado y su presente de la misma manera en la que los Diagramas de Venn intentan precisar un punto de encuentro entre dos conjuntos distintos. En este texto “incategorizable”, la matemática se explica a través de la sensibilidad literaria y la literatura a través de la conceptualización matemática; en esa línea mortal del equilibrio, Gerber no solo se balancea magistralmente, sino que baila una danza completamente nueva: su mirada particular permite revelar “relaciones y funciones que no son del todo evidentes”(131) en un mundo que no puede explicarse simplemente con palabras aisladas o conceptos puramente matemáticos, sino a partir del dialogismo que se genera entre los vacíos que han dejado suspendidos el amor, la identidad, la familia, la literatura y el pensamiento crítico.
Ubicada en un estrato desconocido de la literatura, Conjunto vacío supone una subversión total de la creación literaria. Sin embargo, el hallazgo literario de esta obra se define por su sorpresiva legibilidad: algo que parecería indecible con las palabras e inexplicable a partir de un concepto matemático se consume con una lucidez y claridad inusitada. Es decir, el lenguaje visual generado por Gerber – a pesar de su innovadora existencia – llega a los ojos del lector más claro que el agua, aún más preciso que las palabras y todavía más conceptual que la matemática. El texto en si es un conjunto de vacíos conjugados en un mismo espacio, un conjunto de conceptos, vivencias, recuerdos y sentimientos vinculados al infinito que solo cobran significado a partir de las relaciones que Gerber “mapea” visualmente entre ellos a lo largo del texto.
Al concluir la lectura de Conjunto vacío, uno reconoce la posibilidad de pensar el mundo a partir de las semejanzas que unifican los conjuntos del mismo, en lugar de pensarlo a partir de las diferencias que los distinguen y los aíslan al vacío. En pocas palabras, todo conjunto en este mundo es vinculable con su opuesto si nos esforzamos lo suficiente para encontrar las relaciones que subyacen más allá – o más acá – del vacío, de la memoria, de la matemática o de la palabra misma.
* Verónica Gerber Bicecci nació en la ciudad de México en 1981 y es reconocida por su labor como escritora y artista visual. Licenciada en Artes Plásticas por la Escuela Nacional de Pintura, Escultura y Grabado de La Esmeralda y maestra en Historia del Arte por la Universidad Nacional Autónoma de México, su obra literaria va desde la ensayística hasta la novela, el cuento y la poesía. Asimismo, sus antecedentes escultóricos y plásticos le han permitido presentar exposiciones artísticas tanto individuales como colectivas por toda la república mexicana.
[1] Aquí aludo, ilusamente quizás, a la naturaleza polisémica del lenguaje. Es decir, la palabra contar contiene la esencia misma de las matemáticas y la literatura: cuantificar y relatar, dos cosas distintas inscritas en una sola palabra.