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Reinaldo Arenas, o cuando vivir es arder. Retrato periférico.

Actualizado: 12 ago 2021



Cubano, nacido el 16 de julio de 1946, abiertamente homosexual, opositor imparable del régimen castrista, bibliotecario y mal literato, o sea, buen amante de la literatura, Reinaldo Arenas marcó un antes y un después en la producción literaria y punto de vista de América Latina. Su vida, al igual que su obra, fue disruptiva y volátil, viajera y despojada, exiliada.


Por un lado, la figura de Arenas como escritor es la de una persona inventiva, imaginativa, llena de cosas que contar y poesía que plasmar. Por el otro, como persona fuera de la imagen y paradigma de escritor, fue alguien que sufrió varios suplicios, perdidas e injusticias.

El hecho de ser homosexual, ir a reuniones celebradas con más de tres personas, juntarse con hombres de apariencia dudosa, le valió a Arenas varios meses bajo prisión, donde escribió algunas de sus obras. En el ámbito literario, su homosexualidad fue la justificación por la cual no ganó varios premios. Sus gustos, acciones y forma de ser, lo que escribía y como escribía, su existencia era una amenaza para el régimen.


Y para poder seguir viviendo, acudió al exilio a Estados Unidos. Residió en Nueva York, como un apátrida, hasta su muerte en diciembre de 1990.


Escapar de la ley, para Arenas significó un martirio necesario para poder vivir. Escapar de la ley fue su vida, tanto literaria como en los pasos que dio en el mundo. Ninguna de sus obras está sujeta a la norma convencional, todas están fuera del alcance de lo normal o normado.


El simple hecho de que en su novela más importante, El mundo alucinante, homosexualizara y erotizara a uno de los fundadores del movimiento independentista mexicano, fray Servando Teresa de Mier, es algo que hay que recalcar. Aparte de declarar que “tú (Servando) y yo somos uno mismo”, dando así inicio a otro tipo de texto y discurso, fundamentado en la experiencia del autor y la del personaje por igual.


Otra obra importante y pertinente al caso, es Antes de que anochezca, autobiografía, donde relata su vida y sus sufrimientos, el sida que le quitó la vida, el derrumbe cada vez más inminente de su cuerpo, y su experiencia en el mundo como una persona fuera de lo común. Un desubicado, realmente, y sin ningún afán peyorativo.


Incluso en uno de sus cuentos, A la sombra de la mata de almendras, disfrazado y encubierto por su gran habilidad y conocimiento del lenguaje, encontramos el alejamiento por las mujeres y los cuerpos femeninos. Tejido todo entre la imaginación, el alucinamiento, el calor, sudor y la alegoría.


Reinaldo supo que su vida, el simple hecho de vivir significaba para él estar en contra de la política y moral que regían en su momento y contexto. Su vida fue una constante lucha, con su cuerpo, con las palabras, con lo impuesto, por la libertad y su libertad. Su lucha fue su vida, leyendo, escribiendo, viviendo. Celebró su lucha viviendo, y su vida luchando, por los derechos de la comunidad homosexual, por la libertad de expresión, por vivir dignamente, desde su cuerpo y las letras de su cuerpo. Hasta diciembre de 1990.


Y ya a casi un mes de su nacimiento, estaría bien recordarlo como vida y lucha. Como una voz que aún no puede ser entendida y comprendida, pero sí escuchada. Como un cuerpo con una voz que ardió, y que, previsiblemente, nos hará arder. De su vida sabemos, hay entrevistas películas y varios artículos piteros como este, pero si te adentras a sus libros conocerás más que de su vida y de la tuya igual.



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