Oscar Wilde y el amor que no se atreve a pronunciar su nombre
María Roqueñi

Oscar Wilde pagó un alto precio por sus impulsos románticos y su creencia en la belleza. Ciertamente, un fatalismo irónico lo acechó durante su corta vida que terminó en una habitación de hotel en París en 1900; sin embargo, su legado está tan lleno de tristeza como de humor.
Las sensibilidades de Wilde se ajustan perfectamente a nuestro tiempo: sarcástico, idealista, juguetón, sombrío, melodramático, conflictivo. Era un revolucionario con una conciencia extrañamente moderna con respecto a su contexto social. Aunque su obra parecería cercana a nosotros, han pasado casi 119 años desde su muerte y su historia de vida sigue cautivando.
La historia de Oscar Wilde es brillante, trágica y complicada; una historia que, a pesar de los esfuerzos capitalistas, no puede reducirse fácilmente a simples frases sobre imanes en el refrigerador que afirman que "Amarse a sí mismo es el comienzo de una aventura que dura toda la vida". Además de ser eminentemente citable, el legado de Wilde ha impactado comunidades impensadas como la LGBT.
Para resumir una historia larga y desgarradora, en 1895, sólo unos meses después de la presentación de su obra maestra La Importancia de Llamase Ernesto, Wilde fue enviado a prisión condenado por "indecencia". Wilde había tratado de demandar a Sir John Sholto Douglas, padre de su amante, Alfred Lord Douglas (o Bosie), por difamación después de una serie de insultos homofóbicos, que culminó con una nota que decía "Para Oscar Wilde, ostentoso sodomita”. Desafortunadamente para Wilde surgieron pruebas de su "indecencia" -homosexualidad - algo que el escritor había estado tratando de ocultar, por obvias razones sociales y legales. Fue en la sala del tribunal donde se acuñó el escalofriante y resonante eufemismo de la homosexualidad, el "amor que no se atreve a pronunciar su nombre".
Cuando se le preguntó sobre su significado, Wilde dijo: "Es ese profundo afecto espiritual que es tan puro como perfecto. Dicta e impregna grandes obras de arte... Es hermoso, está bien, es la forma más noble de afecto... El mundo se burla de él, y a veces lo pone a uno en la picota “.
Tal cita estelar subraya el legado vital de Wilde forjando caminos en la autoaceptación e ideas de lo personal como político. No tuvo miedo de decirlo como es, pero nunca discutió su sexualidad en forma impresa, al menos no de la manera explicita. Se mantuvo oculto detrás de un ingenio deslumbrante. Su entendimiento profundo del funcionamiento de la sociedad se muestra en frases como la siguiente: "Lo interesante de las personas en una buena sociedad", escribió, "es la máscara que usa cada uno de ellos, no la realidad que se esconde detrás de la máscara. Es una confesión humillante, pero todos estamos hechos de lo mismo ".
Esto puede parecer una vieja noticia ahora, pero fue revolucionario para los victorianos. En una era en la que la sociología todavía estaba en pañales, la psicología aún no era una disciplina y las teorías de la performatividad no se encontraban en un cercano futuro, Wilde mencionó una verdad sobre el comportamiento humano en situaciones sociales. Las leyes de etiqueta que rigen la sociedad educada eran, de hecho, una máscara. Una máscara que solo se podía remover o develar a través del arte.
Hoy en día, el espíritu de Oscar Wilde no vive más bajo una máscara. En 2017, fue uno de los 50,000 hombres homosexuales indultados póstumamente por el Ministerio de Justicia por actos sexuales que ya no son ilegales. Las obras de Wilde, una vez consideradas de influencia corruptora, ahora se enseñan en escuelas de todo el mundo. Las reliquias de su martirio se han convertido en símbolos de lucha y resistencia. El mejor regalo que nuestra generación le puede dar es el reconocimiento de su extraordinaria lucha personal, su confesión literaria y su cándida forma de amar.