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Moby Dick, la novela imposible de cazar

Actualizado: 13 mar


Reseña

Novela: Moby Dick

Autor: Herman Melville


«Llámenme Ismael ». Una primera línea de diálogo engañosamente simple, consolidada como una de las más icónicas en la historia de la literatura. «Llámenme Ismael » : el narrador de Moby Dick, novela del escritor estadounidense Herman Melville publicada en 1851, comienza su recuento hablándole directamente a quien lee, ordenándole, “llámame por este nombre, involúcrate conmigo, léeme”. Lx lectorx, frente a esta orden, apenas cuenta con la pausa entre estas dos palabras para decidir, fugazmente, si desea hacerle caso o no. Antes de que pueda decidirlo, la elección ya está hecha por ellx: Ishmael no gasta un segundo más de su narración, adentrándose directa y agudamente en la monstruosa, colosal, bestialmente épica novela, tan monumental y compleja que originalmente fue dividida en dos partes, pero que es mejor leída así, con sus dimensiones fuera del agua, mostradas en su más grande esplendor.


Moby Dick es el recuento de un grupo de marineros a bordo de un barco ballenero, llamado Pequod, liderados por el insaciable y obsesivo capitán Ahab en un esfuerzo por encontrar y matar a una ballena blanca, bautizada por otros balleneros como Moby Dick. Ninguno de los marineros aborda el Pequod con el conocimiento de los propósitos de Ahab, quien busca vengarse de Moby Dick después de un encuentro pasado catastrófico con la ballena. Este rápidamente los envuelve en su misión personal que no se detiene por nada ni por nadie.


Aunque careció de un éxito notable en el momento de su publicación, hoy en día Moby Dick es uno de los referentes internacionales de la literatura más conocidos. La lista de obras que encontraron su inspiración en la historia del Pequod y la gran ballena blanca es interminable: desde películas como Jaws, la canción homónima de Led Zeppelin, pinturas de Jackson Pollock, hasta el nombre del primer oficial del navío, Starbuck, que acabó convirtiéndose en el rostro de la cadena más popular de cafeterías. Esto sin contar, por supuesto, la increíble cantidad de autores literarios que tomaron su inspiración de Melville: nombres como Camus, Kerouac, Toni Morrison y Phillip Roth han escrito sobre esta obra, y William Faulkner expresó, en algún momento, que desearía haberla escrito él mismo.


Pensar en el profundo impacto que Moby Dick tiene tantos años después de su publicación es más intrigante tomando en cuenta que la criatura por la que la novela recibe su nombre no aparece hasta los últimos capítulos de la novela. Sin embargo, en esta reflexión se encuentra la clave de la respuesta: Moby Dick es una novela que es en sí una caza. Como lectores, ansiamos encontrarnos con lo que se nos promete desde el título de la novela, la ballena blanca famosamente conocida en el universo narrativo por ser imposible de matar, y despiadada con los navíos que se encuentran con ella. Aún lejos de los personajes es el ente ominoso que desata y empapa una narración llena de elementos inusuales como homoerotismo y masculinidades, mística, religión, la pregunta por Dios y el papel del ser humano en el mundo. El tratamiento de estos elementos logra centrar la atención del lector más en el viaje que en el resultado de la misión, que se anticipa en los primeros momentos de la novela: Ishmael narra, incluso antes de abordar el Pequod, eventos que parecen anticipar la naturaleza del despiadado viaje al que está destinado, desde mensajes bíblicos hasta crípticas advertencias de parte de personajes ominosos que parecen invocar a los antiguos adivinos griegos.


La obsesión por la ballena y su presencia constante en la novela giran alrededor de una figura clave: el capitán Ahab, arquetipo perfectamente representado de la obsesión implacable, de la eterna insatisfacción. La ballena blanca de Ahab, independiente de la criatura marina de la que se desprende su simbolismo, es la representación viva de lo indomable. La naturaleza, el poder de Dios, la pequeñez del ser humano quedan encapsulados en la bestia que da forma a todas sus acciones y pensamientos. Encontrarla y matarla representaría su mayor triunfo, su más grande pecado, su reto directo a la divinidad, su soberbia y la de todos los hombres. No hay nada en el cielo ni en la tierra que pueda desviar a Ahab de su objetivo: para cumplirlo está dispuesto a sacrificar todo y a todos.


La enfermiza fijación de Ahab, un tanto incomprensible en el inicio de la novela, se va colando, poco a poco, a través de las páginas de la novela hacia el cuerpo de lx lectorx conforme el viaje del Pequod avanza sin rastro alguno de la ballena. Los augurios y las señales aumentan: Ahab y lx lectorx saben que se encuentra cerca, pueden sentirlo cada vez más, pero el encuentro no llega. La tensión del deseo entra como un veneno en los ojos que pasan entre las palabras, instalándose silenciosamente, paralizando el cuerpo, hasta que, como Ahab, no tenemos más remedio que sucumbir ante la caza. La novela de Melville es la carnada que constantemente se aleja entre las olas: cuando menos lo esperamos nos vemos involucrados, cuerpo, mente y alma, con la mítica e insoslayable ballena blanca. Para cuando nos damos cuenta de lo que pasó ya es demasiado tarde: ya estamos a bordo del Pequod, a nuestro alrededor no hay más que mares incontrolables, y tenemos que dar fin a esta caza, pase lo que pase.


Moby Dick es la construcción perfecta de un eros mortífero, de la hubris más clásica pero no por ello menos impactante. En sus páginas, aunque el libro nos lleve a pensar lo contrario, encontramos mucho menos acerca de la ballena como de los humanos determinados a conquistarla, a deshumanizarse en nombre de lo humano, a poner un espejo delante de ellos e intentar señalar, por más pequeño que sea, algo que les hable de Dios. Adentrarse en esta lectura representa un ejercicio colosal, difícil, masivo. Sin embargo, al terminar no cabrá una sola duda de que esta es, indudablemente, la más grande y épica creature-feature literaria.



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