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Lectura fácil: la casa idiomática que debemos okupar

Alonso Emiliano Ramírez Madrid




A fuerza de ser repetida una mentira puede convertirse en verdad

-Y. Segura


No es del todo difícil discernir las unidades y los temas centrales que corren por las venas de Lectura fácil: ni amo, ni Dios, ni marido, ni partido de fútbol, el galardonado libro de la criticadísima escritora Cristina Morales: es una obra trasgresora que, para muchos, resultará incómoda; una incomodidad que se trasfiere y se refleja, no solo a través de la misma Cristina Morales, sino también por las cuatro protagonistas de su libro, quienes comparten el increíble carácter de tener muy poca autocensura y mucha autocrítica.


Lectura fácil no tiene pelos en la lengua, y siempre va directo al grano: es, ante todo, un libro que está característicamente en sincronía con los problemas de nuestra actual sociedad, problemas que logra poner bajo su lupa narrativa. La sinceridad, la claridad analítica con la que Morales retrata el mundo contemporáneo es sorpresiva. Lectura fácil es un libro que plasma una gama bastante compleja de situaciones y emociones sumamente delicadas e interesantes: despliega un paseo narrativo por las vidas de cuatro mujeres cuya situación de vida las sitúa (las sitia, las asedia) en el exiguo perímetro de la periferia social de Barcelona.


Sumergirse en esta lectura es dejarse consentir (narrativamente, claro está) por la calidad literaria de Morales, quien expertamente navega por las vidas de las protagonistas, usando las voces que ella misma ha creado para entrar en materia: la profundidad de estas mujeres es un hilo enmarañado que, ya desmenuzado por la autora, nos lleva al lenguaje mismo, a un análisis discursivo, que, por su fascinante apelación, fácilmente se extiende a debates prácticamente antropológicos, es decir, humanísimos. La manera en que la autora entreteje la diégesis de su obra con el meollo moral del asunto es complejamente simple; capaz de hacer a uno reír, enojarse y conmoverse, Lectura fácil sobresale por la hondura de su crítica y su autocrítica, y todo esto empezando por el mismo lenguaje que utiliza el texto: el lenguaje común y corriente.


A través de Nati, Patri, Marga y Àngels, sus cuatro personajes principales, la novela se preocupa por la retórica de los mensajes, por ejemplo, de manera diegética, una de las protagonistas escucha en el metro una canción de Mecano, “mujer contra mujer” y se pregunta el porqué de la letra. La discapacidad de este personaje externaliza la incapacidad ética de Morales de someter el lenguaje al campo retórico, a esconder y falsear el mensaje. La retórica detrás de la canción de Mecano es solo uno de tantos ejemplos que las protagonistas encuentran en el lenguaje de cada día, y la mayoría de las veces su reacción es fuerte, pues terminan decantándose por el asco que les provoca todos estos mensajes prohibidos y escondidos.


Su asco no está infundado, pues proviene de lo que implica esconder o limpiar ciertos mensajes: lo prohibido a contraluz siempre deja entre ver lo permitido, lo establecido, lo normal, . Es especialmente asqueroso en este contexto porque se utiliza para reprimir la libertad sexual, la homosexualidad entre dos mujeres. La letra de una canción “atípica” deja entrever el contexto de la sociedad en la que se popularizó, bañar el mensaje en retórica podría darnos una leve idea sobre qué tan permitido realmente era el mensaje en aquellos tiempos. Es curioso que, más adelante en la novela, Nati, la misma persona que escucha la canción de Mecano, dice lo siguiente: “¡Qué distinto es regalar un significado a vender una idea, qué feliz ausencia de seducción hay en el regalo de significados y qué asquerosidad retórica hay, sin embargo, en la venta de ideas, en que calen los mensajes y en saber transmitir los pensamientos!” (1)


Es interesante que Morales plantea regalar/vender, y significar/retorcer así tal cual y fueran dicotomías de nuestro lenguaje. Como si el lenguaje fuera parte de una economía lingüística intrínsecamente ligada con nuestra moral (un tema duro que, de tarea, cada uno en su camita debería de meditar). Igualmente, interesante que Morales entreteja la retórica con el concepto de “venta de las ideas y pensamientos”, como si el lenguaje no fuera nada más que una simple técnica de mercadotecnia. Me parece que, con esto, Morales no solo logra sublevar la idea tradicional de la retórica, entendiéndose desde occidente como un ejercicio de filosofía sofística, sino que de paso logra criticar al aparato academicista, cuya estructura se hurga hacia el convencer, el adoctrinar y el subordinar intelectual del otro. La retórica, en los ojos de nuestras protagonistas, sirve para hacer cosas nefastas con el lenguaje, es una herramienta de poder que sirve para normalizar y someter los ideales de las personas. El hecho de que se venda un mensaje a través de las palabras nos deja entender el nivel de control que se puede ejercer por medio de la regulación de la retórica, de las metáforas y en general del lenguaje en sí. El asco por el lenguaje “vendible” que presenta la autora es también un asco hacia la publicidad natural de la palabra, una especie de categoría contemporánea que exhume ciertos rasgos estructurales del neoliberalismo y por lo tanto merece ser analizado de manera exhaustiva desde una perspectiva ideológica.


Y digo ideológica, más que nada porque si hay algo ulteriormente trabajando en el fondo de Lectura Fácil es la inadecuación del pensamiento libre a cierta ideología hegemónica. A lo que me refiero es que, a través del libro, hay una crítica muy bien planteada sobre el discapacitismo, en la que la autora quiebra estereotípicamente con la idea de la discapacidad como obstáculo personal (¿obstáculo para quién? Se pregunta Morales), pero, en cualquier caso, la crítica está sobre la sociedad y más bien sobre la capacidad casi maquinaria del capitalismo patriarcal de asimilar todo lo que le sea posible y desechar todo lo que considera como inservible e inadecuado.


La manera en la que se nos presenta la discapacidad intelectual de las protagonistas es realmente refrescante porque Morales pone en debate la categoría de discapacidad intelectual en función al utilitarismo capitalista. Ella se pregunta si en verdad es una discapacidad no poder integrarse a esta máquina apocalíptica o si no es, como realmente ella lo piensa, más bien otro mecanismo de tantos, que, a partir de categorías, a partir de designaciones en el lenguaje y a partir de retórica, se permite construir un dispositivo de control que ayuda al sistema a distinguir, a regularnos, incluso entre nosotros mismos, para identificar y separar a seres funcionales y no funcionales (según la nomenclatura del esquema capitalista).


Me parece que, si seguimos la línea de pensamiento de Morales acerca de las discapacidades, me resulta necesario decir que, la principal discapacidad de los personajes de Lectura Fácil no se manifiesta necesariamente de forma física o de forma intelectual. Me parece que la discapacidad de la que habla Morales es principalmente de índole ideológica: el mayor obstáculo que enfrentan las cuatro protagonistas es de carácter moral, no intelectual. La razón de su rechazo por parte de la sociedad e incluso del rechazo que sufren por grupos activistas supuestamente seguros e inclusivos, es que estas cuatro mujeres son moralmente incapaces de sublevarse. De ninguna manera aceptarían doblegar su persona, y es tan fuerte su convicción moral que ni siquiera en el límite de la sociedad pueden vivir completamente seguras y libres por ese simple hecho.


Vuelvo hacia la crítica del lenguaje retórico porque una vez más me parece que Morales acierta en algo que Yolanda Segura reflexiona en su libro de poemas Persona. Las reflexiones de Segura me parecen que van de la mano con la ideología de Morales: ambas ven al lenguaje como un mecanismo de control, ambas lo anticipan, también como un campo de resistencia: el lenguaje es una casa que debemos okupar.


En Persona, Segura dice “una persona es un individuo idiomático/ uno de los más eficaces instrumentos de la deconstrucción nazi de la persona fue el lenguaje”. Son un par de versos determinantes para entender la importancia de advertir al lenguaje retórico como una parte esencial del control, de la violencia, de la deshumanización, incluso. En muchos sentidos, Lectura fácil se puede entender de manera similar a Persona, como una denuncia al lenguaje violento y discapacitista enunciado casualmente por compañías y personas de recursos humanos, y desafortunadamente en otra variedad de contextos (incluso contextos de activismo, que, como dice Morales en una entrevista, ya no es sino una extensión domesticada de la resistencia política). El discapacitado también ha sido construido idiomáticamente como un individuo desechable, cuando evidentemente no es el caso.


En ese sentido la categoría de persona en la obra de Morales entra en crisis, pues encuentra en el fondo de los mensajes discapacitistas un aparato discursivo que señala – separa - y delimita a partir del concepto utilitarista de “persona”. Un aparato que solo considera “personas” cuando estas pueden ser sometidas al poder, pero no cuando se les deben ofrecer o se les tienen que cumplir sus derechos (Avendaño, 2019). En el caso de Lectura Fácil, es sencillo advertir cómo operan estos tipos de discursos hegemónicos, porque Cristina Morales los pone a la vista de todos, en una crítica que realiza dentro de un fanzine feminista que aparece hacia la mitad de la novela (un fanzine que denuncia, además, un caso real, asqueroso, de machismo en la sociedad española) que deja ver claramente cómo lo hegemónico va asimilando todo lo que al fin de cuentas le llega a nutrir, y que igualmente es capaz de rechazar con vehemencia todo lo que simplemente no “vale” lo suficiente para ser asimilado (el problema es que estamos hablando de personas de carne y hueso).


El análisis de estos discursos retóricos nos lleva por terrenos alarmantes: estamos ante discursos terriblemente tenues. Peligrosos por su capacidad de ser transparentes. Tanto Segura como Morales ven el ojo reduccionista del capitalismo como un acto de violencia en contra del ser humano. Es un acto deshumanizante seccionar a un individuo en distintas categorías idiomáticas y políticas. Entrar a hablar de categorías en lo humano también es hablar de normas y de cuerpos forzados a encajar en la normatividad. Volvemos al juego peligroso de la retórica: sobre las metáforas y lo que éstas esconden siempre asoma la cabeza lo “correcto”, lo normativo. Por eso hay, en Lectura Fácil, una aversión a la norma tradicional en todos los sentidos posibles, pues la mezcla de géneros artificiosos y remixeados que se pueden encontrar a lo largo de las cuatrocientas y pico páginas que integran Lectura Fácil, no solo se despliegan bajo la forma tradicional de “novela”, sino que Morales también se avienta a jugar con las estructuras que integran su libro: al interior de éste relucen distintas formas ingeniosas de desplegar la literatura, desde el ya mencionado fanzine feminista, a una biografía whatsapera, hasta una novela escrita en el formato de lectura fácil.


A través de esta versátil y vertiginosa forma de volcar su obra, me parece que Morales ha logrado una crítica contundente de nuestra sociedad, con guiños a Michelle Foucault quizás, pero siempre sobrellevando la teoría a términos más humanos y reales. Lectura fácil es un libro que opera más que nada desde la resistencia y logra su lucha, su demoledora crítica, en varios frentes, pero particularmente desde un campo muy difícil de dominar: el del lenguaje. La novela es invaluable, siquiera por la manera en que nos pone a pensar sobre cosas que dejamos olvidadas en algún rincón de nuestra mente, pero que no debemos dejar atrás, pues es en este tipo de reflexiones cuando verdaderamente podemos llegar a pensar en nuestra comunidad y en los tipos de resistencias que podemos entretejer desde nuestro obrar en el día a día.


Notas al pie:


  • Morales, Lectura fácil: Ni amo, ni dios, ni marido, ni partido de fútbol, 2018, pág. 58.




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