Las vergüenzas del Verde
Actualizado: 12 ago 2021

Lo único que el dizque Partido Verde Ecologista de México tiene de verde es que si no les pagas con fajos de billetes de a doscientos baros de los nuevos no te aceptan la mordida.
El partido es un microcosmos de nuestra política rota: a su historia y a sus candidatos para las próximas elecciones los caracteriza la corrupción, la violencia de género, la falta de convicción, el nepotismo y la ambición desmedida que hoy plaga a todos nuestros representantes.
Ese glorioso pico de tucán en su logo no es un pico de tucán. Es la nariz deforme e infectada de uno de los partidos más pinochotes de México.
El partido verde pasó de ser el sueño de unos a la pesadilla de los demás en 1986 cuando oficialmente lo fundó Jorge González Torres.
Aparentando que abogaban por el medio ambiente, su obsesión por el poder empezó cuando apoyaban la candidatura a la presidencia de Cuauhtémoc Cárdenas en el 88’. Perdieron juntos.
Jorgito se postuló para presidente en 1994. Perdió el verde. Pero en 1997 lograron meter a seis diputados a la cámara. Perdió México.
Apareció Jorge Emilio González, el ‘Niño Verde’, hijo de Yorch, que echando la flojera en el senado y proponiendo pura cosa ridícula se hizo uno de los villanos más densos en una política llena de villanos.
Apoyaron a Fox en las elecciones del 2000 y en las del 2006 se aliaron al PRI. Habían sido cómplices del PRD, el PAN y ahora el PRI. Peor currículum imposible.
Con el Mocoso Verde de presidente, el partido logró 22 diputados en la LX legislatura.
Después de que se hiciera público un video en que el hijo de Yorch aceptaba una mordida de dos millones de dólares, la Federación de Partidos Verdes europeos dejó de reconocer al tucán porque defendía la vida pero proponía la pena de muerte.
Dos años después la policía de Quintana Roo se negó a investigar el caso de una mujer que murió al caer de uno de los departamentos de Jorge Emilio.
Cumplían apenas dos décadas y su historia ya era una marranada de corrupción, violencia y agendas políticas inconsistentes.
La conducta del Partido Verde Nepotista de México fue un desastre en la década de los 2010.
Se aliaron con Enrique Peña Nieto y el PRI para la elección de 2012 y Manuel Velasco, en Chiapas, se volvió el primer gobernador del partido.
El Partido Verde apoyó la reforma energética de Peña aunque involucraba Fracking. Seis años después ayudarían al Mesías Tropical a cancelarla.
La Ley General de la Biodiversidad, la creación de la Agencia de Seguridad, Energía y Ambiente y la iniciativa de ‘Circos sin Animales’ escandalizaron a las organizaciones civiles medioambientales.
En las elecciones intermedias de 2015 hicieron un cochinero. Se gastaron 500 millones de pesos en anuncios de televisión, repartieron papeles que tenían el logo del partido para envolver tortillas y el INE los multó varias veces.
Y como no podía faltar, al centro de todo esto estaba el Bebito de verde, el mafioso este que, entre otras cosas, trató de sobornar a unos policías cuando lo arrestaron por manejar borracho en la CDMX.
En agosto de 2018, después de apoyar a José Antonio Meade para la presidencia, rompieron con el PRI y ahora cierran el ciclo de chupetearle las botas a los partidos aliándose con Morena.
Hoy, para las elecciones de 2021, todavía bajo el liderazgo de la familia de Jorge Emilio, postulan a candidatos corruptos, misóginos, que hacen discursos falsos y populacheros y que le dan continuidad a la historia lamentable del partido.
Como todos los partidos, el Verde ha recurrido a estrategias ridículas como postular a famosos o hacer propuestas populacheras que creen que van a convencer al pueblo.
Sugey Ábrego, conductora de televisión, es candidata a diputada en la CDMX. Carlos González ambiciona la presidencia municipal de Reynosa y propuso para resolver los problemas de la comunidad un concierto gratis de Metallica.
Otros candidatos han salido nada más a hacer el ridículo, a ver si así los escoge la gente, porque por su dizque agenda nadie va a votar.
Marco Antonio Hernández, que quiere ser gobernador en Tlaxcala, se volvió viral en un video en donde salía con una camisa verde fosforescente como tamal mal amarrado bailando ‘El tucanazo’.
Es como si el partido estuviera diciendo: “Mira, la neta ustedes los electores ya saben que de verde no tenemos nada. Pero ándenle, voten por este gordito que está bien chusco”.
El Marquito además baila como pollo y no como tucán.
Y aunque se aliaron con los AMLOvers, ni en eso pueden ser consistentes.
Sergio Contreras, candidato a la alcaldía de León, pidió al pueblo que no vote en nada por Morena porque el partido se está desmoronando. ¿No que eran cuates? Lo único que dura menos que las amistades políticas en México es la participación del Recién Nacido de Verde en los programas de alcoholismo y cleptomanía crónica de Monte Fénix.
Como era de esperarse la familia González Torres además postuló a varios candidatos mafiosos del tipo de Jorge Emilio.
Para la gubernatura de San Luis Potosí propusieron a Ricardo Gallardo, que estuvo 11 meses en la cárcel en 2015 por delincuencia organizada y enriquecimiento ilícito.
Al líder del partido en Quintana Roo lo bajaron este año por cómplice en un esquema que operaba en el estado la mafia rumana de Florian Tudor.
El asunto de la violencia de género también continúa: otra vez en San Luis Potosí el Tribunal Electoral del Estado dictaminó que el candidato del verde (Leonel Serrato) por la presidencia municipal agredió varias veces a María Terán Guevara del PRI.
Dicen que ser líder del partido en SLP es más estresante que ser padrino de rehabilitación del Jorge Emilio.
Lo del Partido Verde Ecocida de México es una historia de vergüenza, pero no única. La tradición de enriquecerse con el erario, de violentar a las mujeres, de proponer pura majadería populachera la continúan candidatos de todos los partidos.
No mucho queda por hacer. Podemos no votar por el tucán para que se vaya volando a otro lado. Pero entonces a este árbol lo van a invadir las otras rapaces de guinda, azul y rojiblanco que también se divierten tirándonos sus heces desde las ramas.