La muerte de Nueva York: El nacimiento de Night City

Los rascacielos pasaron de ser símbolo del dominio de la técnica a representar la inalcanzable decadencia de las castas empresariales; el flujo continuo de cuerpos que alguna vez denotó la eficiencia industrial hoy solamente es síntoma de la asfixiante concentración poblacional; los avances tecnológicos de la urbe ya no traen consigo el sentimiento de asombro que traían en los días de antaño, hoy son acompañados de nuevas tácticas de dominación y de resistencia.
“Era el mejor de los tiempos, era peor de los tiempos, la edad de la sabiduría, y también la edad de la locura…”.
La historia a la que aludo, así como el clásico de Dickens, trata de dos ciudades. Estas ciudades comparten el mismo espacio, un espacio no físico.
Se localizan en lo que podemos llamar la conciencia popular, ese entramado de ideas que muchxs de nosotrxs parecemos compartir, y lo único que las separa es el tiempo.
En algún momento la ciudad de oportunidades, Nueva York, la gran manzana, se convierte en un monstruo que crece y devora continuamente como un cáncer. Instancias reales de este fenómeno son fáciles de identificar; la ciudad de México es un ejemplo claro del fenómeno de la voraz urbanización que se apodera del territorio, que territorializa.
Sin embargo, me interesa más la ciudad monstruosa de nuestras mentes, la construcción masiva que percibe (o quizás permitió percibir) las instancias reales de la ciudad como un entorno opresivo.
Es por esto que, en vez de dirigirme a las cifras estadísticas de la urbanización, me dirijo a la literatura y al cine para tener una mejor comprensión.
En el año 1968, Philip K. Dick publica Do Androids Dream of Electric Sheep?, hoy considerado un clásico de la ciencia ficción.
En esta época sigue reinando la concepción anterior de la ciudad, la de un brillante faro del progreso humano; sin embargo, fue la obra de Philip K. Dick la que acertó el primer golpe contra el arquetipo neoyorquino de la ciudad.
Catorce años después, en 1982, Ridley Scott dirige la adaptación al cine de la novela bajo el título de Blade Runner.
Dos años después, William Gibson publica la novela Neuromancer, incorporando el estilo estético de Blade Runner y dándole un papel protagónico al uso de tecnología digital.
Es entonces que propiamente nace el subgénero de la ciencia ficción llamado ciberpunk.
La característica principal del ciberpunk no es la presencia de la mega-ciudad, aunque es un atributo común de las historias que pertenecen al subgénero; lo que determina que una historia pertenezca al subgénero es el uso de la tecnología digital con el fin de la dominación y/o liberación de la población.
A pesar de esto, es prácticamente imposible de separar el amplio ciberespacio del congestionado espacio de los centros urbanos.
La ciudad arquetípica del ciberpunk no es ya la Nueva York ciudad de oportunidades, sino que la extensión irregular de edificios modernos e improvisados que va bajo el nombre de Night City.
Esta ciudad se menciona primero en Neuromancer de William Gibson, y corresponde a una colección de barrios en China, Japón, caracterizado por el flujo de negocios clandestinos y la presencia de tecnologías ilegales.
Después, el juego de rol de mesa Cyberpunk 2020 tomaría prestado el nombre (junto con muchos detalles del mundo creado por Gibson) y lo aplicaron al escenario en el que los jugadores podrían asumir sus papeles fantásticos. No es coincidencia que Night City reemplazara a la ciudad que nunca muere.
Más que tratarse de un reemplazo, se trata de un devenir perverso, en el que la ciudad de la noche cumple las promesas ofrecidas por las campañas propagandísticas de turismo para Nueva York, convirtiéndose en un centro de criminalidad.
No es la primera vez que la ciencia ficción se nutre de la decadencia de un régimen que muere. Mary Shelley, considerada por muchxs como la madre del género, fue también pionera de la literatura gótica del romanticismo.
Originalmente, el gótico refiere a un estilo arquitectónico de la edad media, caracterizado por el uso de grandes vitrales y torres altas.
El estilo incorporaba el uso de la luz y de amplios espacios para evocar la divina belleza del paraíso.
Sin embargo, la literatura gótica de los 1800s presenta esas mismas construcciones para simbolizar los últimos vestigios de aquella época feudal; la decadente clase aristocrática que se aferra al poco poder que le queda después del estallido de las revoluciones liberales republicanas que marcaron al siglo.
Los castillos y las catedrales de estilo gótico hacen apariciones en estas historias, pero aparecen dilapidadas, a un soplo de derrumbarse por completo.
¿Podría ser que la aparición del ciberpunk es un aviso de la lenta muerte del orden capitalista global?
Quizás hasta esté jugando un papel en su erosión, mostrando con mayor claridad la decadencia insostenible de la vida urbana.
Estas son preguntas que aún no podemos responder, la respuesta sólo vendrá después del último del último golpe que termine por sepultar el régimen empresarial.
No es seguro si ese día llegará, ni si quedará alguien para respondernos.
Esta reflexión nació de la obra La Gran Ciudad del artista Juan Ponce bajo el nombre de Error in Logic. La obra que inspiró la escritura de este artículo se puede ver en la página web del artista, al igual que en su página de instagram @error_in_logic.