Ingobernable

Gobernar un país como México es casi imposible. Y es completamente imposible si se siguen usando los mecanismos que se usan aquí.
Claro ejemplo fue la gira que se dio el presidente la semana pasada por la Montaña de Guerrero, una zona en la que, desde hace rato, la venta de niñas es práctica común.
AMLO se abstuvo de reprobar la venta de menores, y en mi opinión debió haberla condenado de manera tajante, absoluta.
Pero esa es mi valoración. En el fondo el trip es complicadísimo.
Es obvio que para mucha gente en la Montaña de Guerrero el asunto de la venta es algo cultural, propio, que responde a necesidades y lógicas autóctonas.
Y es que no hay un México, hay decenas y decenas de naciones configurándose todo el tiempo en este mosaico territorial.
Hay más de 60 etnias y 300 lenguas, las realidades de unos son las imposibilidades de otros, y someter las millones de vidas completamente diferentes (muchas veces incompatibles) a una sola ley, a un proyecto y una forma de proceder, es imposible.
Pero aquí la agenda es única, es inamovible. Es completamente inflexible e incapaz de adaptarse a las realidades múltiples.
El ejecutivo no tiene la elasticidad para tratar temas complicados como este y resolver: como está casado con una sola visión y una sola forma de atacar los problemas, necesariamente tiene que estar de un lado, llevándose entre las patas al otro.
Y en el caso de Guerrero, como el gobierno tiene que ponerse de un solo lado y como sancionar prácticas autóctonas no va con la narrativa que ha creado sobre sí mismo, miles de niñas van a tener que seguir viviendo en las condiciones oscuras en las que viven hoy.
A la imposibilidad de gobernar un país (por medio de estos mecanismos rígidos) con tantas formas paralelas de ver el mundo añádele ahora el control de daños.
Hoy un huracán azota al noroeste, dejando a su paso muertos e inundaciones. Mañana en el sur selvático se rebelan poblaciones desde hace décadas ignoradas.
Al rato, en el golfo, explota una pipa petrolera. Se derrumba una línea de metro en el centro urbano del país, los maestros se lanzan a un paro en Michoacán.
Organizaciones sociales bloquean carreteras, cárteles del crimen organizado siguen avanzando, haciéndose más y más grandes con cada día vivido.
A diestra y siniestra la raza política roba, se convence con moches, hace mamadas ridículas en vez de ponerse a gobernar.
Y el político honesto (aquí son pocos) está solo.
Como el saqueo es enorme, no hay lana para tratar todas estas cosas.
Hoy, 29 de los 32 Estados no tienen cómo pagar la nómina de sus trabajadores.
El desfalco es constante y sostenido. Los derroches son cosa del diario porque eso de la austeridad es puro discurso vacío.
Al final, los únicos que no saben que están peleando una batalla que están condenados a perder son los políticos.
El caos va siempre un paso adelante, ellos mismos se comen los recursos que deberían servir para aliviar el desmadre, y el supuesto del cual parten es una contradicción, porque no se puede, al mismo tiempo, proteger e imponer.
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Por eso es imperativo que demandemos, que hagamos peticiones, que exijamos cuentas.
Ya sabemos los retos a los que se enfrenta el Estado; que sus miembros, encima, no trabajen, que roben, que estén siempre con la cabeza en el cielo es nada más el último clavo en el ataúd.
Y que ese Estado esté estancado es nuestra canción fúnebre.
Si la situación es tan difícil, pues manos firmes en el timón y a chambear. No necesitamos distracciones, no necesitamos vatos que se creen salvadores, no necesitamos una sola iniciativa que no vaya a ayudar y ayudar a muchos.
Se necesita labor pura y ruda, se necesita creer que algo se puede hacer para que las cosas mejoren, porque tampoco es que todo esté perdido.
Hay que demandar y hacer frente al gobierno actual (que a todas luces ha sido mediocre, que, a la mitad de su gestión, ha sido exactamente lo mismo que los gobiernos basura a los que estamos tan acostumbrados aquí) porque la oposición política que tiene en frente estaba derrotada antes de que sonara el pitazo de salida.
Le toca a los ciudadanos ser la oposición porque las supuestas alternativas están podridas.
Nos toca hacerle corte de caja al gobierno actual porque el presidente prometió que todo lo iba a cambiar, que todo lo mejoraba, y los cambios y las mejoras, en las tierras del Anáhuac, están cada vez muy lejos.
Ya no se puede gobernar como se viene gobernando desde hace cien años en México. Tiene que haber un cambio radical, en lo jurídico, lo legislativo y lo judicial para agarrar el toro por los cuernos.
Necesitamos un cambio enorme en la forma de hacer las cosas: urge un gobierno genuinamente plural con las herramientas para adaptarse a diferentes modelos de vida sin perjudicar a poblaciones enteras; urge un Estado limpio sin gente que saquee y, así, merme la capacidad de controlar los daños.
Urge, además, una renovación de la raza política para que la gente que ha hecho tanto daño a este país no pueda presentarse, de la noche a la mañana, como el cambio más reciente.