“¿Eres acaso mi propio eco?”
Jimena Díaz

Gloria Gervitz es una poeta mexicana que nació en la capital del país en marzo de 1943. Migraciones, su obra principal, es un poema extenso que fue escrito a lo largo de aproximadamente cuarenta años. Se trata de una obra en vida en la que la poeta aborda de forma particular la pregunta retórica y apela continuamente a temas que van más allá de las palabras (por medio de una voz que se filtra en el interior de una búsqueda interminable de la vida, la soledad, el miedo, el dolor, el olvido y el cuerpo).
En Migraciones hay siempre una voz que pregunta, que indaga, pero, ¿quién habla? Este recurso revela un sujeto o un “yo” que, al mismo tiempo, no necesariamente permite suponer una identidad única:
“¿hacia donde regreso?”
“cuál porción de la realidad es más frágil
la mía
o aquella en la que me ven los demás?”
“¿en dónde estuve todo este tiempo?”
“queda tiempo?”
“¿qué miedo olvidado debo recordar?”
“¿estás todavía conmigo?
¿eres acaso mi propio eco?”
“puedo acaso arrancarme de mí?”
Los cuestionamientos de Gervitz se configuran en el poema por medio de un monólogo que establece un diálogo con la intimidad. Las preguntas que se hace, sin embargo, jamás son respondidas y parece, entonces, que sirven para hacer resonar el lenguaje, para suponer un vacío, para crear una simultaneidad entre lo que dice, siente y recuerda.
Surge también un ambiente de tensión en la obra que genera un desgarramiento entre realidades diversas. Me refiero a más de una realidad, pues, como se ha dicho, no se define como tal a una identidad que emite las preguntas, sino que en la mayoría de las veces hay más de una voz que participa detrás de las palabras:
“¿cómo encontrarte?”
“y los recuerdos son el puente
hacia dónde desde dónde?”
“¿en qué parte de mí lloras?”
Es “un sujeto difuso, móvil, táctil, inevitablemente fragmentado [...]”, en donde existen subdivisiones de la identidad de la voz poética y pareciera que se derivan otras identidades y otras voces dentro de una misma. Las temáticas de las preguntas reflejan el viaje, el transe, la migración hacia la intimidad de la voz (o voces) poéticas:
“y los otros
¿qué ven
cuando me ven?”
“¿qué hago aquí?”
“qué debería
haber sido?
¿yo escogí mi vida?
¿se cumplió el oráculo?
¿obedecí?
¿a quién?
¿para qué?”
El espacio dialógico nace de un lenguaje que posibilita una voz poética compuesta de muchas voces diferentes. Es un recurso complejo que logra construir y trazar de forma excepcional la migración de un sujeto poético a otro, de una identidad a una posibilidad infinita de identidades que resuenan como eco en la obra de Gervitz.
Hay un espacio de vacío en el texto que va de la mano con la palabra y el silencio que se deriva del dolor, del recuerdo, de la realidad. Si bien el recuerdo y el olvido podrían funcionar como motor para el surgimiento de las continuas preguntas retóricas, la vida actúa como semilla, como punto principal de la cual brotan pensamientos, recuerdos y cuestionamientos que se bifurcan como versos.
Migraciones es la contemplación de la vida misma que toma forma a cada instante. Es, entre muchas cosas más, la eterna sugerencia de preguntas que dejan al lector en un estado introspectivo formado de todas esas voces vueltas una:
“quién es esa
que me hace ser
la que
soy
y para qué
y por qué
es que soy?” (262).