Entrevista a Gabriel O'Shea: "El arte es una herida profunda"

El hombre que sufre es una bestia,
la bestia que sufre es un hombre.
-Gilles Deleuze, “Lógica de la sensación”
Gabriel O’Shea (México, 1998) es un artista multidisciplinario que trabaja con pintura, escultura, fotografía, instalación y video.
En su obra podemos encontrar un gran interés por la figura humana, obteniendo como resultado una mezcla entre lo figurativo y lo conceptual.
La memoria es una constante en la obra de Gabriel; sus imágenes oníricas se balancean en un espacio entre lo pacífico y lo violento, dándole valor a la interpretación de cada espectador.
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Se tiende la carne y se revisa la herida. Pero no tiembla, tampoco sangra o escurre. Una vez abierto el cuerpo ha perdido por completo su estructura.

La otra piedad (2021) - La ausencia de lo divino como camino al nihilismo
Ya no se divisa el rostro ni se adivina gesto alguno. No los hay, porque ¿cómo podría haberlos?
Sin embargo la carne no está muerta, todavía. Antes se encuentra en estado de agonía. Guarda el sufrimiento propio de la carne viva; su dolor convulsivo, su vulnerabilidad, ese aire de lamento que exige —sin levantar sospechas de que se lleva prisa— compasión.
Compasión, quizás, en el sentido más violento del término; porque ya no permite desviar la mirada, porque suplica sin verbo, porque acaricia sin roce. Descubrimos que los miembros silentes gritan, sintetizando al tiempo nuestros incongruentes bordes.
El cuerpo que agoniza se postra frente a un hombre que, a su vez, avanza hacia la muerte haciéndole frente. En el diálogo que sostienen no existen acuerdos. Lo que hay, en cambio, es un momento en que se vuelve indiscernible quién mira y quién es mirado.
No es así como sucede ya con el espectáculo. Cuando pensábamos que la muerte siempre es del otro y que a nosotros sólo nos es permitido asistir al entierro, es ella quien acude —cubierta y vestida de negro, como fractura y murmullo— a nosotros, mas no de inmediato: avanza despacio, se demora, se incorpora con la lentitud propia del recorrido vital del cuál es término.
De ahí que parezca que hay algo que se articula en la punta de la lengua, permaneciendo impronunciable, manifestándose como presencia sólo en la medida en que comienza a ausentarse.
Un velo que cubre a La Piedad (a la otra) convierte la soledad en angustia, y la angustia en indiferencia absoluta. Mirar el abandono, voltear al cielo y preguntarnos por Dios: ¿por qué nos pusiste aquí y luego te diste la media vuelta?, “Dios mío, Dios mío, ¿por qué me has abandonado?”
Un animal que ha de morir entre dientes y tripas sólo para regresar a la vida y que, como Sísifo con su gran piedra, —por la exigencia de lo que es eterno— jamás será acreedor al descanso.

Morte Aeterna (2021)
Entre el momento de su muerte y su renacer hay apenas un parpadeo, hay “ningún tiempo”. Y luego, cuando se ha extinguido la luz y hemos comprendido que el destino teatraliza nuestras súplicas y bebe de nuestras lágrimas, termina la dolorosa espera.
Sólo entonces nos es revelado que serlo todo es una fatigosa manera de decir que no somos nada. Más tarde nos convertiremos en carne perforada, en fibra pulverizada, expuesta y abierta para ser mirada.
No has de pronunciar palabra. Por una vez ser en silencio. Por primera vez palpar la herida… Exorcizarnos de la culpa. Acariciar las aristas, las sombras.
Sería un error suponer que la ausencia de Dios serviría como camino hacia la libertad absoluta. ¿Acaso no era en Dios en quien todo estaba permitido? No sólo la moral, sino también la violencia y la infamia encontraban siempre una santa justificación.
¿Cómo reconfortar al asesino en su ausencia? ¿Con qué aguas habremos de limpiarnos la sangre? ¿Bajo los pies de quién suplicaremos clemencia?
La obra de Gabriel O’Shea incita a un diálogo entre lo que pensamos como irreconciliable [lo siempre otro], los extremos entre los que no pareciera haber punto de encuentro para mostrar que es posible hacer que lo sacro y lo profano [lo divino y lo mundano, el absurdo y lo celeste, lo visible y lo invisible, lo perecedero y lo eterno] se reintegren, se palpen, se respiren y se compenetren hasta confundirse.
En ella no se resuelven las tensiones, antes bien, se intensifican. Su producción artística convierte al espectador en testigo, le presenta su congoja como propia, se la entrega como herencia. Este, su dolor que de pronto es nuestro, nos prohíbe cerrar los ojos.
Frente a su obra no nos es posible desviar la mirada.
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Jimena: Me gustaría comenzar con la pregunta obvia: ¿Qué camino tuviste que recorrer para llegar al arte?, ¿Cómo decidiste que este sería el rumbo de tu vida?
Gabriel: El arte despertó una curiosidad en mí desde pequeño, dibujar siempre fue parte de mi vida cotidiana, al igual que escuchar música o ver películas. Algo que se escucha a menudo al referirse a la vida de los “Artistas” es que nacen con ese talento, estoy completamente en desacuerdo. Para mí el arte fue siempre algo cuasi-divino, un mundo del que quería ser parte y del cual —a esa edad— mi única duda era saber por dónde abordarlo. Comencé con la fotografía a los 12-13 años, después me incliné al cine, pero al final me decidí por iniciar dedicándome a las artes plásticas.

(After) St. Sebastian (2021) - La ausencia de lo divino como camino al nihilismo
J: ¿Podrías describir tu relación con la técnica, el material y la obra?
G: Mi relación con los materiales se ha convertido en una búsqueda y experimentación constante en la cual siempre busco mezclar distintos elementos, desde imprimir en telas viejas y sucias, intervenir mis impresiones fotográficas, hasta rescatar objetos que encuentro en la calle para crear algunas esculturas y darles nueva vida. Desde siempre he buscado poder mezclar técnicas para obtener piezas con las cuales me siento más identificado. Como ejemplo, el último año estuve investigando los diferentes tipos de cera y ahora me encuentro experimentando con ella mezclándola con distintos elementos.
J: En la pregunta anterior estuve a punto de preguntarte por “el producto terminado”, ¿consideras que existe un momento en el que tus obras quedan completadas? Y, de ser así, ¿cómo sabes que ese momento ha llegado?
G: Existen cientos de ideas románticas sobre la obra de arte inacabada. La realidad es que no lo sé con certeza. Hay piezas en mi taller que cada vez que paso junto a ellas les hago alguna modificación, así que para dejarlas en paz lo más sensato sería esconderlas o dejarlas salir del taller, abandonarlas. Pero esto no quiere decir que estén completadas, ya que al ser observada por una persona podría ser un nuevo comienzo. Algunas veces para dejar mis piezas en paz lo que acostumbro hacer es fotografiarlas y subirlas a mi página web, así me obligo a no modificarlas.

Elí, Elí, ¿Lama sabactani? (2021)- La ausencia de lo divino como camino al nihilismo
J: ¿Qué es lo que esperas de tu espectador? ¿Cómo dialogas con él a través de tus creaciones?
G: Que mis creaciones funcionen como un espejo que genera un proceso de introspección, un proceso que genera dudas y respuestas con el poder de hacer crecer las preocupaciones u obsesiones de quien las observa.
J: Como artista consideras que —durante el proceso de realización— ¿se gana algo? ¿O más bien se trata de “dejar ir” algo íntimo y profundo, que se vuelve irrecuperable en la medida en que queda plasmado en el lienzo (la escultura, la fotografía?
G: Disfruto ciertas partes del proceso, pero lo que mejor me hace sentir es poder ver la pieza como la imaginaba, o con las ideas que esperaba plasmar en ella. Lo íntimo puede quedarse en la pieza pero no por ello deja de estar en mí. Mi función no es alejarme de esas dudas o ideas íntimas, más bien, se vuelve una forma de enfrentarme a nuevas cuestiones constantemente. Eso lo consideraría como ganar algo, el estar en crecimiento constante.
J: ¿Qué poder le concedes al arte? ¿Cómo lo sitúas y lo comprendes en medio de un momento de crisis y desesperanza?
G: El poder de hacerme re-significar la vida día con día.

Sæhrimnir (2021) - La ausencia de lo divino como camino al nihilismo
J: Me parece que en tu serie “La ausencia de lo divino como camino al nihilismo” tienes un valioso acercamiento a la fugacidad de la experiencia estética en la época presente, y ligas bien esta idea con una carencia de —o indiferencia ante— los valores espirituales, ¿puedes profundizar en esta relación?
G: Ésta serie de obras (esculturas y pinturas) han estado ligadas con la idea de la muerte de Dios (como la muerte de los ideales, valores, normas, fines, etc.) y por lo tanto, en cómo asumir esa ausencia en la actualidad. La ausencia de una justificación teológica que así como nos llena de dudas, también nos obliga a un crecimiento espiritual, ya que nos obliga a reafirmar, exaltar y mantener la vida en cambio y movimiento constantemente.

Kratt I (2021) - Kratt’s
J: La serie está compuesta de imágenes que, sin duda, confrontan a quienes las miran. ¿Por qué consideras importante visibilizar el dolor a través del arte? ¿De dónde viene tu inquietud por explorar la decadencia, la muerte y la agonía?
G: Considero importante visibilizar el dolor en el arte porque si no lo hacemos estaríamos ocultando parte de nuestra realidad. Creo que hay que darle un espacio importante a la experiencia de nuestros dolores y miedos, ser conscientes de ellos. Si hablamos sólo de los conceptos tan antiguos de la belleza nada tendría sentido, en lugar de avance sería un retroceso.
Mi inquietud por estos temas es un reflejo de lo que observo y me interesa de nuestra actualidad. Me interesa más hablar de la decadencia, muerte y agonía, que de lo que gran parte del público consideraría “bello”. No me interesa realizar obras que sean fácilmente digeribles o “Instagrameables” como hoy en día lo pueden ser tantas pinturas hiperrealistas (que además de no decir nada, no tienen un pelo de realistas). Me interesa más confrontarme con mis miedos y dolores que con obras vacías.
J: Ya que hemos llegado a esta parte del poder discursivo de la obra, ¿cómo se da tu proceso creativo? ¿Viene antes la preocupación por el mensaje que deseas transmitir o, más bien, la proyección visual de lo que quieres alcanzar?
G: Existen las dos posibilidades en mi día a día. Muchas veces empiezo con la creación de algunas piezas a la par que leo algunos conceptos interesantes a los que podría ligar las obras terminadas. Otras veces leo e investigo conceptos que después me llevarán a la creación de una obra. Mi libreta se ha convertido en una parte importantísima a la hora de crear, ya que contiene pensamientos, frases, dudas, y algunos bocetos de piezas por hacer.

FRAGMENTATIO (2021)
J: En dónde estás parado ahora mismo y a dónde quieres dirigirte? ¿Hasta dónde quieres llevar tu obra? ¿Cómo convives con la interdisciplinariedad?
G: Ahora mismo me encuentro en un punto en el que trato de crear diariamente. Llevo dos años viviendo en mi taller —saliendo lo más mínimo posible— tratando de hacer crecer el cuerpo de mi obra. En algunas semanas presentaré algunas obras en mi galería favorita, así que estoy feliz por este nuevo paso. La interdisciplinariedad es, en mi opinión, algo casi obligatorio en la época en la que vivimos. Lo que antes veíamos como el oficio de un pintor, escultor o fotógrafo se ha visto desplazado por un nuevo modelo que nos obliga también a ser los fotógrafos de nuestras obras, los difusores de nuestro arte, los creadores del contenido digital. Todo esto para permanecer vigentes y no permanecer bajo una roca.
J: Creo que toda pieza artística que llega a nosotros tiene un poder formador o transformador. ¿Podrías recomendarnos un libro, una canción o película que hayan tenido este efecto en ti y en tu obra?
G: Durante los últimos meses he estado muy interesado en el poder del silencio y de su conexión con la introspección, algo que se ha vuelto un acto de rebeldía contra lo fugaz de nuestra actualidad. Me voy a limitar a una recomendación que contiene parte de las tres (música, literatura y cine): The Turin Horse (2011) de Béla Tarr.

Umbra (2021) - Retratos
J: En una palabra o una pequeña oración, ¿qué es el arte?
G: Es una pregunta que seguramente en unos días respondería de una forma completamente distinta.
Hoy responderé que el Arte es una herida profunda.
Una herida que nos acompaña, que nos hace dudar, sufrir. Una herida que me obsesiona cada día más.
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Una herida que no deja ya de abrirse.
Un silencio que se vuelca sobre sí mismo.
Un poema mudo que acaricia a un animal dormido.
Apenas el esbozo de una justificación…
es por eso que me has abandonado.
Llegar a términos durante la brevedad de un instante
con la muerte,
con el vacío,
la soledad,
la espera.
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Requiem (2021) - La ausencia de lo divino como camino al nihilismo
Conoce más de la obra de Gabriel O’Shea en:
www.gabrieloshea.com
Instagram: @gabrieloshea