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Dinero, poder y geopolítica: narco-economía y lavado de dinero




Hay dos mitos centrales sobre el asunto del narcotráfico en México: que lava su dinero en pequeños negocios y que esos pequeños negocios se encuentran dentro del país.


Pero no es así: el narcotráfico en México encuentra su sustento en los entre 19 y 90 mil millones de dólares que entran a la república (al año) provenientes de alrededor de 17 naciones que albergan a grupos criminales que pagan por la droga que aquí se produce.


El espejismo y los mitos de la economía criminal nos han costado mucho a los mexicanos: décadas de violencia, corrupción y miedo y estrategias fallidas basadas en prejuicios ya obsoletos. Por suerte, la tragedia todavía puede ser detenida, pero primero debemos observar al narcotráfico por lo que es: un fenómeno geopolítico y financiero de dimensiones y orígenes inimaginados.


Los orígenes históricos del narcotráfico y sus finanzas han sido documentados con precisión por algunos años. Lo que no se ha documentado de forma fehaciente es el entramado político y económico que hace que desde los países desarrollados se promueva y proteja las actividades del narcotráfico con fines políticos y financieros en perjuicio de los ciudadanos de países subdesarrollados.


El entramado se puede entender como una especie de relación simbiótica entre los países ricos y el crimen organizado y funciona así: el dinero en efectivo producto de actividades ilícitas en los países “bisagra” del narcotráfico (México, Colombia, Bolivia, China, etc.) se introduce de forma generalizada en sectores enteros de la economía formal de esos países (minería, energía, farmacéutica, la industria inmobiliaria, etc.) a través de la colusión sistemática de grandes empresarios, notarios, jueces, políticos y banqueros.

Después es transferido a cuentas bancarias de empresas fantasma y fideicomisos en jurisdicciones secretas o paraísos fiscales (Panamá, Seychelles, Islas Caimán, Hong Kong, Islas Vírgenes Británicas, Moldova, Georgia, Jersey, Guernsey, Nueva Zelanda, Chipre, Nicaragua, etc.) cuyas leyes permiten total secreto en cuanto a la titularidad de acciones o transacciones bancarias, además de la propiedad de dichas empresas o fideicomisos.


Estas empresas son propiedad de otras compañías en Estados Unidos y Reino Unido con cuentas bancarias propias, lo que les permite evadir controles de flujo de capital convencionales. El dinero de estas empresas fantasma es depositado en bancos estadounidenses, británicos y franceses y después invertido en activos inmobiliarios, accionarios e industriales en estos países, fortaleciendo así la paridad cambiaria de sus monedas y la liquidez de su sistema financiero.


Este sistema ha permitido que aproximadamente 80 billones de dólares estén “ocultos” de sus verdaderos dueños a través de una telaraña internacional de simulaciones mercantiles y actividades bancarias globales.


Este sistema ha beneficiado directamente a empresas transnacionales, bancos, los ultra ricos y a naciones desarrolladas. Y no es una coincidencia. De hecho, es activamente promovido por los países beneficiados.


Según el economista Michael Hudson, con sustento de documentos desclasificados, desde 1967 el Departamento de Estado de Estados Unidos ya pretendía convertirse en la “Suiza del mundo” para así copiar “el modelo británico” de paraísos fiscales y atraer el dinero “de orígenes y actividades diversas” para fortalecer el Dólar contra monedas europeas y asiáticas.


Desde 1991, tanto Estados Unidos como Reino Unido han vetado repetidas propuestas en las Naciones Unidas para crear una agencia global de tributación (más poderosa que el actual Comité de Expertos en Cooperación Internacional en Asuntos Tributarios) que desarrolle políticas y leyes globales contra el lavado de dinero y la transparencia de información fiscal.


Detener al narcotráfico en México ya no es sólo un asunto de cooperación internacional, ni de reformas sociales, penales o económicas hacia el interior del país.


México es víctima del lado oscuro de una globalización financiera que ha abierto las puertas a la opacidad y la criminalidad y ha financiado las muertes de incontables mexicanos y ciudadanos de América Latina en lo que a todas luces es la colusión de agentes importantes del sistema financiero global con criminales internacionales, todo bajo la vista gorda y el paraguas de protección de naciones desarrolladas que se benefician directamente del blanqueo de capitales global.


La acción u omisión de los distintos actores de esta arquitectura neo colonial y criminal aún debe ser investigada, puesto que las ramificaciones para países como México son enormes en cuanto a su capacidad de reducir sus índices de violencia y corrupción. Así pues, mientras las naciones víctimas de estos sistemas no alcen la voz en el plano internacional, dichas prácticas no terminarán y el país estará eternamente condenado a la corrupción, la violencia y la impunidad.



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