top of page

Acéphale: el sacrificio humano entre intelectuales

Actualizado: 12 ago 2021



De 1937 a 1939, el filósofo/novelista/poeta/místico/bibliotecario Georges Bataille fue miembro fundador de una sociedad secreta en Paris. Esta sociedad se hacía llamar el Colegio de sociología (en francés Collège de Sociologie), un nombre poco llamativo considerando la naturaleza casi clandestina del grupo. Más interesante es el nombre de la revista en la que participaban los miembros del Colegio con el fin de difundir su pensamiento: Acéphale, palabra derivada del término griego para “sin cabeza”.


Las actividades que ejecutaban eran principalmente de interés académico; se reunían en las noches para discutir y meditar sobre textos de Nietzsche y Freud, y organizaban coloquios informales en los que importantes pensadores franceses de la época exponían algún tema, algunos de los participantes ni siquiera siendo miembros. Les impulsaba un interés por la experiencia que les parecía ser la esencial a la condición humana, una experiencia que Bataille llamaba la experiencia interior. Esta experiencia sería la auténtica manifestación de lo sagrado, una experiencia que desborda al individuo y a su subjetividad, desdibujando la línea entre lo que podemos llamar lo interior y lo exterior del sujeto.


Cuentan las malas lenguas que los miembros del Colegio tenían la intención de matar a alguien. El asesinato (o más bien, el sacrificio) asentaría las bases comunitarias del colegio; la complicidad de dar muerte a alguien uniría a los miembros de la sociedad asegurando que el grupo no se dispersaría en el futuro. Supuestamente, muchos de los miembros de la sociedad (incluyendo el mismo Bataille) se ofrecieron a ser el sacrificado, libremente dando permiso al resto del grupo de matarles con tal de unificar al Colegio de sociología. Sin embargo, el sacrificio/asesinato nunca tuvo lugar debido a que ninguno de los miembros consintió a hacer de verdugo para llevar el acto a cabo.


Se pueden dar muchas explicaciones al respecto. Podemos pensar desde un enfoque psicoanalítico tradicional, argumentando que el superyó de cada uno de los miembros del grupo no les permitió llevar a cabo lo que veían como una de las máximas infracciones sociales. Esta explicación no me satisface, sobre todo considerando el espíritu transgresivo del pensamiento de muchos de los miembros. Otra posibilidad es que los miembros no se consideraron nunca lo suficientemente preparados o con la suficiente confianza entre ellos para llevar a cabo el sacrificio/asesinato sin salir impunes, por lo que ninguno quiso arriesgarse a ser condenado un criminal. Esta es más convincente que la explicación anterior. También es posible que en realidad nunca haya habido intención de matar a alguien, que no sea más que una leyenda negra de la historia de la filosofía inventada y esparcida por alumnxs y profesorxs aburridxs de los departamentos de filosofía en en los pasillos y las aulas universitarias.


En realidad me importa poco la verdad de los hechos. Resultan demasiado difíciles de confirmar y probablemente no sean lo suficientemente interesantes como para recompensar el esfuerzo de averiguar lo que sucedió en realidad. Me parece mucho más interesante tratar estos posibles eventos a la manera de un caso para entender mejor a los supuestos participes, sobre todo desde la perspectiva de Bataille. ¿Por qué Bataille, mismo Bataille que era un ávido lector de Sade, mismo Bataille que no tenía miedo a representar la violencia y a la muerte junto con la belleza y la sexualidad en sus propios textos, mismo Bataille que concebía a la violencia sacrificial como momento fundacional de la comunidad, preferiría ser quien reciba el puñal en el corazón a quien lo empuñara?

Existen precedentes teóricos (aparte del pensamiento de Bataille) a la última tesis mencionada en diversos campos como lo son la filosofía, el psicoanálisis, la sociología, la etnología y la antropología. Destacan dos teorías sumamente influyentes en el pensamiento de Bataille, la elaborada por Hegel y la elaborada por Freud.


Hegel, en La fenomenología del espíritu, incluye un apartado que se conoce como la dialéctica del amo y del esclavo. Según muchas interpretaciones del texto, el apartado cuenta que en el encuentro entre dos autoconsciencias es inevitable que surja el conflicto. Este conflicto se resuelve cuando una de las autoconsciencias supera el miedo a la muerte o, conversamente, una de las autoconsciencias se rinde ante dicho miedo. El resultado es que las autoconsciencias asumen una dinámica de amo y esclavo. El esclavo trabaja, transformando la naturaleza para provecho del amo, mientras que el amo se dedica a la producción de valores y a la búsqueda del reconocimiento. Inevitablemente, se llega a la realización por parte de ambos de que el amo nunca podrá conseguir reconocimiento por parte del esclavo, ya que este no actúa por autonomía sino de acuerdo a la voluntad del amo; en otras palabras, el esclavo no se inclina ante el amo por temor a él, sino que por temor a la muerte. Adicionalmente, el amo sólo es amo en virtud del esclavo y viceversa, y el esclavo descubre que puede conseguir reconocimiento a partir de su trabajo si no está el amo, mientras que el amo depende enteramente del esclavo. El apartado termina con la muerte del amo a manos del esclavo, el segundo heredando la creación cultural y de valores del amo, dando inicio a la comunidad. Esta tesis fue sumamente influyente para el pensamiento de muchos filósofos posteriores, principalmente en el caso de Marx. Marx veía en la dialéctica del amo y del esclavo un recuento de lo que él después llamaría la lucha de clases, un evento que históricamente siempre concluye con la fundación de un nuevo tipo de sociedad.


Freud cuenta una historia similar. En Tótem y tabú habla de una supuesta organización social humana originaria, compuesta de un “padre” a la cabeza que tiene derecho sobre todas las hembras, y debajo de él se encuentran sus “hijos” e “hijas”. Lxs hermanxs, resentidxs con el padre y el uso de su poder, se unen y lo matan. Adicionalmente, lxs parricidas ingieren el cadáver del padre como acto simbólico de apropiación de su poder. Este acto es lo que daría origen a la creación del superyó, la estructura subjetiva que posibilita la elaboración y seguimiento de normas sociales, una estructura que funge a manera de un “padre” interno.


Se han hecho un sinfín de críticas y modificaciones a las teorías de ambos pensadores (particularmente en el caso de Freud), pero es imposible negar la influencia que han tenido en la historia del pensamiento occidental. Bataille estaba particularmente interesado en la posición del amo, y elaboró su concepto de “soberanía” de acuerdo con el interés que esta le generaba.


Siguiendo a Marx, Bataille también veía la dinámica entre amo y esclavo en las clases burguesas y proletarias del capitalismo. A diferencia de Marx, Bataille no supone una dirección de la historia humana, más bien pareciera que nos encontramos en un eterno limbo de violencia y autodestrucción. Aquí, “soberanía” no debe entenderse de la manera en que normalmente se hace en discusiones de filosofía política. Bataille no está interesado en lo que define al soberano de un estado, sino en una disposición que Bataille identifica en la clase burguesa. La soberanía es la disposición de actuar de manera que uno nunca se inclina ante nadie, y siempre se niega el actuar de acuerdo con las normas comunitarias. El soberano de Bataille ni siquiera se digna a seguir las normas del consumo; para poder consumir algo es necesario que ese algo se produzca a partir del trabajo que transforma la naturaleza. El consumo del soberano no es precedido nunca por el trabajo, únicamente se sigue la ley del exceso. Esta es una de las muchas manifestaciones de la soberanía, pero lo importante es entender que el acto soberano es fundamentalmente un acto de rebeldía en el que se arriesga (o hasta asegura) la muerte con el fin de afirmar nuestra libertad como seres humanos, y de ahí su intrínseca relación con todo lo transgresivo.


Bataille, poniéndose en la posición de sacrificado humano, hubiera estado cometiendo un acto de soberanía en su máxima expresión. Él hubiera sido el Cristo del Colegio de sociología, el mártir de una comunidad voluntariamente sin cabeza que determinaría los valores y la producción cultural de Acéphale. Adicionalmente, se hubiera sometido a sí mismo a la misma experiencia interior que tanto le obsesionaba, ejemplificada en la figura de Jesús, el sacrificio humano más famoso de occidente. En cambio, de haber sido quien matara al voluntario, Bataille se hubiera encadenado a sí mismo a seguir las normas de la nueva comunidad, o ser castigado en su defecto. Al final, ni Bataille ni ningún otro miembro quiso ser el verdugo que hubiera marcado el comienzo de la comunidad de Acéphale, por lo que la sociedad secreta murió a los dos años de haber sido formada.

0 comentarios

Entradas Recientes

Ver todo
bottom of page